Quinn lleva una vida que ella misma define como beige. Está saliendo con un tipo genial, tiene un trabajo fantástico de profesora de arte, la rodean familia y amigos que siempre saben arrimar el hombro… Y se aburre muchísimo…
Cuando, pese a los reparos de su novio, Quinn decide hacer un cambio en su vida y adoptar un perro callejero, su día en día se llena de sucesos que jamás habría superado: intrusos que se cuelan en su casa, todo tipo de sabotajes, secretos que no desearía conocer, y nuevas maneras de mirar a ciertos hombres, en especial a dos de ellos que, de golpe, se vuelven locos… por ella.
Cuando Quinn adopta a la perrita que se encuentra en la calle, su novio Bill no está de acuerdo en absoluto y decide llevarla a la protectora de animales. De repente Quinn se da cuenta de que siempre ha vivido a remolque de los demás, haciendo la voluntad de los otros para no tener problemas. Bill va marcando los pasos de su relación sin que ella tenga nada que ver en el asunto. Viven en la casa que él ha elegido, con los muebles que él ha comprado y es tan razonable y serio que aburre al más pintado. Quinn sólo mantiene su voluntad en su ropa interior que le gusta sexi y de colores chillones, Bill está trabajando para que eso también cambie.
La negativa de Bill a que la perrita se quede en casa es el desencadenante de la explosión de Quinn, de la noche a la mañana decide dejarlo y cambiar de vida. Para eso recurre a Nick, su excuñado y amigo de toda la vida y a su amiga Darla que tiene un matrimonio “perfecto” con Max, el hermano de Nick.
De repente, gracias a la decisión de Quinn, todos los que están a su alrededor empiezan a plantearse su vida, hay que cambiar el color y dejarse de inercias.
Nick ha estado enamorado de ella toda la vida, pero la quiere como amiga. Cuando Bill empieza a acosarla, como buen protagonista de novela romántica, se convierte en su protector.
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